CEDARPRE.- No voy a mentirles, mis trabajos están amparados en el talento de las mujeres. Sí, en eso básicamente. Si no estuvieran harían falta de todas todas. Son como un mantra, una pieza clave, son la columna que todo organismo necesita; bueno, todo organismo vertebrado. Ellas son, en esencia, lo que vertebra toda mi estructura. No son como una ameba o esos bichos viscosos que aparecen en las películas sino que su presencia en cada trabajo ofrece la solidez que el mensaje requiere. No es que no pase lo mismo con los hombres pero, si les soy honesto, doblemente honesto, he trabajado con pocos hombres y la experiencia es más bien variopinta.
Sin embargo, con las féminas, ocurre otra cosa, es una actividad química un poco difícil de explicar en un simple escrito. Que de simple no tiene nada porque lo que deseo es reivindicar su papel en las artes escénicas. Al menos en las artes escénicas que yo dirijo. Ellas son el fundamento de la dramaturgia universal. ¿No lo creen? Les invito a revisar los textos más potentes y conocidos de la dramaturgia antes y después de Cristo y verán su influencia. Y eso también obedece, no exactamente a una lucha, que también, (para no herir susceptibilidades), sino a su magia, a su encanto, a su sabiduría e inteligencia que les ha permitido, quizás sin quererlo, hacerse un hueco en toda iniciativa social, cultural, y por ende histórica.
De tal manera que, sin tapujos, hoy alzo una copa para celebrar el que las tengo en mi vida. No como se tiene un bello cetro en una esquina sino todo lo contrario, porque las tengo justificando cada trabajo de este arte que tanto dice y tanto nos entusiasma.
Feliz día chicas, feliz vida chicas. Gracias porque no agito en vano una hora sobre la escena.